Caminaba por la ciudad una mañana de abril. Había llovido
durante la noche y todavía quedaban pequeños charcos en los huecos de baldosas
y adoquines. Tenían formas caprichosas, como las nubes de verano y, aún a
riesgo de parecer loca a los ojos de caminantes más prudentes, saqué el móvil y
me dediqué a fotografiar pequeñas manchas de agua que, con sus brillos y crecidas
por la cámara, asemejaban lagos y marismas.
Este corazón surgió en una baldosa de Teresa Gil.
Fotograbado, aguafuerte, aguatinta y
rodillo.
Gloria Reguero